Juegos con Alma

Dejé de diseñar juegos que persiguen la dopamina. Tras años escuchando a jugadores —madres trabajando hasta tarde, adolescentes frente a pantallas— entendí algo más profundo.

No jugamos por recompensas. Jugamos por resonancia.

Cada juego que creo nace de una pregunta: ‘¿Qué deseabas hoy?’ No ‘¿Cuánto puedo ganar?’, sino ‘¿Cómo se sintió este momento?’. Los jugadores no quieren más giros; quieren ser vistos. Su ansiedad no se cura con algoritmos; se alivia con el silencio.

Reemplacé las mecánicas de búsqueda de recompensas por micro-donaciones: pequeños actos de patrocinio. Una apuesta de $1 se convierte en un ritual —una pausa bajo la luz de la luna sobre runas antiguas. ¿El 90% RTP? No es matemática; es confianza. ¿El ‘santuario secreto’? No es una bóveda; es un sueño compartido.

Mis jugadores no son apostadores; son buscadores de serenidad.

Cuando pierden, no los presionamos más; les ofrecemos espacio. Una respiración. Una pausa tranquila en la nube suave.

No construí tragametas; solo umbrales sagrados.

Si estás cansado de ser perseguido por algoritmos… quizás ya estés listo para ser acogido.